domingo, 28 de noviembre de 2010

La prostituta presta servicio a la sociedad


Crecí en Nancy, no tengo estudios más allá del bachillerato. Fui punk, eso me marcó mucho, con la perspectiva del tiempo me doy cuenta de que fue una auténtica formación. A los 17 años trabajé mucho en el mundo de la música, y a los 20-21 me conver-tí en prostituta ocasional, trabajé en peep shows y en salones de masaje durante unos dos años en Lyón». –¿Lo dejó de repente? –Decidí irme a París para trabajar en otra cosa, quería ser periodista. También era más difícil dedicarme al sexo. Entonces empezaban a llegar las chicas del Este, rubias y con los ojos claros como yo, solo que más guapas, menos caras y más motivadas. Así que en mis primeros años en París viví de forma bastante precaria, hasta la publicación de Fóllame, y a partir de ahí pude dedicarme a escribir. –Novela basada en su experiencia… –Bueno, es una historia de chicas que se dedican a matar a todo el mundo y yo no he matado a nadie, pero hay aspectos comparables, que he conocido personalmente, como el mundo de la música, la industria del sexo, la violación… –¿Cómo se afronta algo así? –Es difícil hablar de eso, pero al mismo tiempo una parte de mi energía surge de esta experiencia. A los 24 años, leí un artículo de una feminista norteamericana que decía que si habías sido violada tenías que levantarte y seguir luchando. El hecho de valorar la superación del trauma me impactó. Fue crucial. Me motivó a escribir la Teoría King kong, y darme cuenta hasta qué punto esta cuestión está en el corazón de nuestra sociedad. –Sigue siendo un tabú… –A las personas que han sido violadas se les pide ser víctimas. Me choca que Natascha Kampusch, a raíz de la publicación de su libro, sea insultada en Austria por ser una mujer fuerte. ¿Acaso tuvo elección? En los comentarios sobre su libro, se detecta un rencor, una hostilidad contra ella. ¡Ante todo pasó ocho años en un sótano! Es como si la odiaran por estar bien, ser inteligente, guapa…En cambio, si llorara todo el día, se habría convertido en monja o suicidado todos la encontrarían formidable. Si no está hecha polvo, la víctima siempre es sospechosa de sacar provecho de su agresión. –¿Hasta qué punto ha marcado su obra? –Es cierto que la violación está muy presente en mis libros y películas, pero no me ha marcado más que el internamiento psiquiátrico, por ejemplo. Siendo adolescente me detuvieron muchas veces, pasé por el calabozo, y mis padres no sabían qué hacer conmigo. Hoy no lo harían, pero en la época se aconsejaba mucho el internamiento, algo que me vacunó contra las instituciones y su benevolencia. Pero también me han marcado otras cosas positivas… –¡Menos mal! –Tengo muy buenos recuerdos de mi adolescencia y mi juventud. El mundo marginal tiene un lado muy festivo, descubrí lo que era sentirse solo muy tarde, a los 30 años. Antes de eso siempre estuve muy rodeada, con festas, droga, viajes y mucha libertad… A los 18 años no hay nada mejor que ser antisistema. –¿Le sorprende que hoy los jóvenes franceses se manifiesten por su jubilación? –No es solo por eso. Muchos tienen estudios y no tienen trabajo, uno de cada cinco vive por debajo del umbral de la pobreza… Tienen razones para estar preocupados. Me parece muy bien que los chavales salgan a la calle y se impliquen en la política, si eso puede desembocar en otra cosa que manifestarse y quemar coches. No hay nada peor que quedarse en casa, pasivamente, dimitiendo de todo. Además, se aprenden muchas cosas en las manifestaciones. –¿Cómo vivió que Francia, país amante de las libertades, censurara su película Fóllame? –Lo que me impactó es que todo el mundo lo encontraba bien, tanto la izquierda como la derecha. No pasó por la comisión de censura normal, fue prohibida por el Consejo de Estado, formalmente fue una cosa bastante excepcional. Y eso no inquietaba a nadie. Que la izquierda no reaccionara me sorprendió mucho. Las actrices, Karen y Rafaela, venían del porno, son dos chavalas norteamricanas que son violadas y se dedican a matar a todo el mundo. Eso removió muchas buenas conciencias.

-A la sociedad le escandaliza más la violencia que la pornografía? –Si hubieran sido dos jovencitas masturbándose delante de un hombre maduro no habría tenido problemas con la censura. El rechazo vino por la violencia y el sexo que no está pensado para complacer a los hombres. En las películas en general, las armas, el poder, la brutalidad corresponden a los hombres, cuando en la vida real no todos son así. Es muy raro que un actor a lo largo de su carrera no haya matado a nadie en la pantalla. De eso no nos quejamos. La violencia no se justifica más porque sea un hombre o una mujer, en cambio crispa mucho más en una mujer. –Hay una gran parte de hipocresía... –Sí, hace poco en París se prohibió a los menores de 18 años una exposición de Larry Clark. Me parece que los adolescentes no necesitan ser protegidos de la pornografía, sino que se les hable de ello. Están expuestos a mucha pornografía hiperviolenta en internet, y me parece flipante que no haya discurso sobre eso.

 
Que significa el feminismo borderline o posbeauvoriano que usted representa? –En Francia, en los últimos 20 años, ha habido un gran silencio, el país ha atravesado una especie de trauma post Simone de Beauvoir. Ella supuso tal choque que los franceses necesitaban un respiro, y cuando llegó Segolene Royal el país no estaba preparado. –Usted dice que las mujeres son el sexo del miedo. –En las empresas las mujeres están peor pagadas y tienen menos responsabilidades, por eso no está mal que algunas utilicen el poder de seducción femenino. El problema es que a los 20 años se divierten, pero después la cosa es difícil de sostener. –¿Se refiere al modelo de la superwoman? –Hay que renunciar a ser Angelina Jolie o Madonna o Marilyn Monroe, a intoxicarnos con estos modelos inalcanzables. Deberíamos acabar con esta alienación. Resulta increíble cómo a las mujeres les seducen los hombres brutos, hemos integrado una hostilidad hacia nosotras mismas… –¿Somos masoquistas? –El debate del velo es un ejemplo. En realidad es otra forma de ser más femeninas, pero ocultando el cuerpo. Aunque prohibirlo lo encuentro racista. Hay mujeres que eligen llevar el velo integral. ¿Por qué no se prohíbe a los hombres que lleven barba? Muchos musulmanes la llevan. Me parece un debate sexista poco interesante, con consecuencias graves, porque el resultado es que muchas mujeres no salgan de casa. –Usted equipara el matrimonio heterosexual a una relación de esclavitud. –El contrato del matrimonio implica sexo, trabajo doméstico y toda una serie de servicios gratuitos. Hay una continuidad entre el matrimonio y la prostitución, solo que la prostitución es pagando. –¿Por eso defiende la prostitución? –Presta un servicio a la sociedad. La prostituta ejerce una función a caballo entre la enfermera, la psicóloga y el espectáculo. Cuando la ejercí no me pareció en absoluto algo absurdo. Ofreces algo comparable a una super sesión de masaje y consulta al psicólogo. No detesté ese trabajo. –En cambio, en muchos países, como Francia, los burdeles están prohibidos. –Es una lástima, porque tienen una función social. Las prostitutas deberían tener una formación técnica del sexo, debería haber superprostitutas igual que hay superpsiquiatras. A muchos hombres les va muy bien, les descarga, y eso evita que sean más agresivos. Lo que ocurre es que suponen una amenaza para el matrimonio y la familia. –Es también un refugio en tiempos de crisis. –Solo un refugio económico. Tal como está organizada la relación heterosexual, la mujer no es la que gana. Para una mujer es difícil publicar un libro y tener éxito. Tengo amigas a las que esto les ha costado la ruptura, porque sus maridos se han sentido amenazados, han visto cuestionada su virilidad. No todas las mujeres se vuelven homosexuales, pero deberían pensar en ello, es enriquecedor. A los 35 años, cuando me convertí en lesbiana, descubrí lo que es salir del molde heterosexual. –¿Cambian mucho las cosas? –Sí, eso me sorprendió. Te percibes de otra manera. La tía que se acuesta con todo el mundo es tratada muy despectivamente, y a la que no le gusta el sexo también es rechazada. Es superliberador no tener que ser el garante de la feminidad. En los dos sentidos, para el hombre también debe de ser muy dura esta exigencia social de tener que ser el que gana el dinero, el que protege... Me sorprende la facilidad con la que se conforman con eso de no llorar, que me parece un derecho emocional elemental.

2 comentarios:

  1. El sexo y las relaciones interpersonales son distintas para cada persona. Me gustó esta ¿entrevista? (no encontré la fuente). Despentes avienta muchas preguntas, y es bueno cuestionarnos, pero también aquí: "Usted equipara el matrimonio heterosexual a una relación de esclavitud. –El contrato del matrimonio implica sexo, trabajo doméstico y toda una serie de servicios gratuitos." Hay una tendencia y esta no se debe usar para generalizar. El matrimonio debe ser entendido como una herramienta que permite la igualdad de los derechos y responsabilidades entre dos individuos para con la sociedad y de la sociedad para con ellos. Aquí es donde el matrimonio homosexual no puede estar peleado con el heterosexual porque su base es la misma. Cualquiera que crea que es un contrato que implica sexo y trabajo domésticos gratuitos, siendo el victimario o la víctima, ya empezó mal el tema; su lucha es otra. No todas las tortas son de jamón.

    Esta es mi humilde opinión. Saludos!

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  2. Efectivamente Anhel... habla desde lo general no lo particular...

    Es como decir que en Monterrey los fines de semana son de carne asada.

    ja, y cuantos no existimos que ni carne comemos.

    (la fuente está en el botón rosa al final que dice: Publicado aquí... dos click y te sale la entrevista en el reportaje del "Periódico" suplemento del domingo, en españa.

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