Libros y recomendaciones

Capitalismo Gore





____________________________________________

Ya a la venta... ROMAAMOR. CAJA DELUXE

Después de mucho esperar... llegaron las ROMAAMOR. CAJA DELUXE, proyecto apoyado íntegramente por la Fundación doña Florencia (millones de gracias y mis alabanzas siempre). Este proyecto es una edición limitada y única: 70 cajas de las cuales 50 serán para venta y las restantes pertenecen a los colaboradores. Aquí algunas imágenes.

Portada de "ROMAAMOR. CAJA DELUXE"(Fundación doña Florencia, 2010).

Contiene:

- 3 libros:
* "Roma", editado por FETA, 2009.
* "Roma, etc", editado por Fundación doña Florencia, 2010; Antología de 22 poemas pimpeados, featurings & tuneados por poetas y artistas visuales, coordinada por Óscar David López.
* "Amor o de la putería", editado por Fundación doña Florencia, 2010.

- Un juego de mesa:
ROMAAMOR: Serpientes y escaleras. Diseño de Liliana Fernández López.

Disponibles para venta: 50 piezas.

El contenido de ROMAAMOR. CAJA DELUXE (Fundación doña Florencia, 2010).

"Amor o de la putería", dentro de "ROMAAMOR. CAJA DELUXE" (Fundación doña Florencia, 2010).

Contiene: Una serie de poemas que no apareció en "Roma" (FETA, 2009).

Tiene 20 páginas.







"ROMA, ETC (Poemas pimpeados, featurings & tuneados)", compilación de Óscar David López, dentro de "ROMAAMOR. CAJA DELUXE" (Fundación doña Florencia, 2010).

Contiene:




Poemas del libro "Roma" intervenidos mediante el pimpeo, el featuring o el tuneado textual y gráfico por Ángel Ortuño, Sara Uribe, Roberto Tejada, Natalia Toledo, Sergio Ernesto Ríos, José Eugenio Sánchez, Margarita Sayak Valencia Triana, Luis Alberto Arellano, Tedi López Mills, Carla Faesler, Luis Felipe Fabre, Minerva Reynosa, Eduardo Padilla, Marco Antonio Huerta, Feli Dávalos, Rocío Cerón, Arcadio Leos, Karen Villeda, Gabriela Cantú Westendarp, Jane Ádcock, Amaranta Caballero Prado y Maricela Guerrero.


Los poemas que fueron intervenidos son "Incómodo", "Odiseo", "Sansón", "Ombligo", "Suerte" y "Tul".

Tiene 102 páginas.

La tira imitación de piel del lomo del libro es parte de las faldas que usó el modelo de la portada de "Roma".







"ROMAAMOR: Serpientes y escaleras" es un juego de mesa basado en el popular juego mexicano que une en un plano la red del metro y la geografía de la ciudad de Roma y una suerte de biografías apócrifas de los participantes en el proyecto mismo.


Además: el libro "Roma" (FETA, 2009) y una fotografía adhesiva.

_______


Si quieres comprar un ROMAAMOR CAJA DELUXE, nos podemos poner de acuerdo por correo electrónico oscardavidlo@gmail.com. La caja tiene un costo de 400 pesos más envío (según el sistema de mensajería y paquetería de su preferencia).



________________________________________________________________________________








Por Lionel Ricardo Brossi Garavaglia - Publicado en 15 June 2010






Ante la imposibilidad e inconveniencia de fijar definiciones específicas, de límites impermeables, fijos, cuando hablamos de identidades sexuales, el libro que compila el Lic. Jorge Raíces Montero Un cuerpo, mil sexos: Intersexualidades de editorial Topía, nos brinda la posibilidad de conocer, o aproximarnos a una comprensión de la problemática social, jurídica y médica en torno a la idea de otras sexualidades que exceden, deconstruyen y deslocalizan el binomio hombre/mujer: las intersexualidades. Más que una epistemología de las intersexualidades, en el primer capítulo, Raíces Montero plantea una gnoseología que desarma el discurso biomédico -preocupado por la organización identitaria binaria- para dar consideración y preponderancia a la cuestión fundamental del deseo, del acontecer psicológico y simbólico de los cuerpos, que determina al fin la identidad de género, una identidad que no se encuentra anclada ni sujeta a fronteras específicas. El devenir del proceso biológico de sexuación en l*s beb*s intersexuales, produce una emergencia médico-familiar que se traduce en muchos casos en impunidad mutiladora. Mutiladora del cuerpo y del deseo, con bisturí heterosexista. La objetivización de la persona por parte de los profesionales, la discriminación de los especialistas y de la sociedad en general con su moral binomial hegemónica, la normalización histérica de los cuerpos y del deseo, intentan esconder el lugar de poder de lo “diferente”, diferencia que no sólo recae en los cuerpos orgánicos, sino “en sus fantasías, en sus sueños, en sus actos fallidos, en sus gestos, en sus movimientos […] donde forma y sentido están relacionados con la afectividad, que es también parte de su estructura” (Carpintero en Raíces Montero, 2010:25). [1] Las personas intersexuales tienen todas las obligaciones civiles pero no todos los derechos, y lo que se exige, es legalizar lo legítimo, que por familia no se entienda únicamente un padre y una madre heterosexual con hijos concebidos en forma “natural”, pues esa idea de familia invalida o anula la protección de l*s niños de padres y madres que no son espejo de ese constructor heteronormativo y heterosexista. Las estructuras familiares son muy diversas y la sociedad tiene la obligación de asumir y aceptar las diferentes configuraciones del esquema familiar. La sociedad debe ser inclusiva, respetando la subjetividad de cada miembro dentro de la inmensa diversidad de personas que la componen..







_________________________________________










Fragmento de "Pornotopía"










* En plena guerra fría, el joven Hugh Hefner crea la que pronto se convertiría en la revista para adultos más vendida del mundo: Playboy. Lo que el público desconoce es su pionera labor como artífice de las casas del placer: Playboy no era simplemente una revista de chicas con o sin bikini, sino un vasto proyecto arquitectónico-mediático que tenía como objetivo desplazar la casa heterosexual como núcleo de consumo y reproducción proponiendo frente a ésta nuevos espacios destinados a la producción de placer y de capital. Esta es la reflexión que Beatriz Preciado propone en su nuevo libro,Pornotopía, finalista del Premio Herralde y del que a continuación ofrecemos un revelador fragmento. 


7. La Mansión Playboy: La invención del burdel multimedia
El periodo de expansión global del capitalismo que siguió a la Segunda Guerra Mundial fue para Estados Unidos una bacanal de consumo, drogas e información. La economía de guerra que había conducido en Europa hasta el Tercer Reich y los campos de exterminio y en Estados Unidos hasta la bomba atómica, se había transformado en una economía de superconsumo. La sociedad norteamericana, confortablemente sentada en los salones de sus casas suburbanas, veía la tele mientras se comía los derivados de las tecnologías bélicas. La seguridad de la nueva vida que el capitalismo prometía residía en una pareja reproductiva, la propiedad privada de un recinto unifamiliar, un poco de césped, un interior doméstico con aire acondicionado, insecticidas, latas de conservas, plásticos, y un automóvil para desplazarse hasta las zonas comerciales.

Al analizar este periodo, Kristin Ross define como «privatización» el proceso por el que «las nuevas clases medias se replegaron en sus confortables interiores domésticos, cocinas eléctricas, recintos privados para automóviles; todo un mundo interior moldeado por una nueva concepción de la vida conyugal, una ideología de la felicidad ba sada en la nueva unidad de consumo de la clase media: la pareja, y la despolitización como respuesta al creciente control burocrático de la vida cotidiana». Es cierto que los esfuerzos de Playboy por reformular el espacio interior podrían interpretarse como parte de este proceso de privatización; sin embargo, sus finalidades y estrategias, paradójicamente, tienen muy poco que ver con esta noción de privacidad. Las fantasías de áticos urbanos y las mansiones Playboy representarán una alternativa radical a la vivienda unifamiliar de la década de 1950. Frente a la casa heterosexual como espacio reproductivo, Playboy va a dibujar una ficción erótica capaz de funcionar al mismo tiempo como domicilio y como centro de producción. Estos espacios Playboy no serán simples enclaves domésticos, sino espacios transaccionales en los que se operan mutaciones que llevarán desde el espacio doméstico tradicional que dominaba a principios del siglo xx hasta una nueva posdomesticidad característica de la era farmacopornográfica: un nuevo régimen de vida a la vez público y doméstico, hogareño y espectacular, íntimo y sobreexpuesto. Los espacios Playboy serán el síntoma del desplazamiento desde los interiores característicos de la modernidad disciplinaria (espacio doméstico, colegio, prisión, hospital, etc.) como cápsulas de producción de la subjetividad, hacia un nuevo tipo de interioridad posdisciplinaria.

Playboy y sus enclaves de invención de placer y subjetividad son cruciales en la transformación del régimen disciplinario en farmacopornográfico. El capitalismo farmacopornográfico podría definirse como un nuevo régimen de control del cuerpo y de producción de la subjetividad que emerge tras la Segunda Guerra Mundial, con la aparición de nuevos materiales sintéticos para el consumo y la reconstrucción corporal (como los plásticos y la silicona), la comercialización farmacológica de sustancias endocrinas para separar heterosexualidad y reproducción (como la píldora anticonceptiva, inventada en 1947) y la transformación de la pornografía en cultura de masas. Este capitalismo caliente difiere radicalmente del capitalismo puritano del siglo xix que Foucault había caracterizado como disciplinario: las premisas de penalización de toda actividad sexual que no tenga fines reproductivos y de la masturbación se han visto sustituidas por la obtención de capital a través de la regulación de la reproducción y de la incitación a la masturbación multimedia a escala global. A este capitalismo le interesan los cuerpos y sus placeres, saca beneficio del carácter politoxicómano y compulsivamente masturbatorio de la subjetividad moderna.

La Segunda Guerra Mundial, la extensión de la violencia como cultura del cuerpo y las transformaciones biotecnológicas habían contribuido a desarticular la red de percepciones y afectos que constituían el sujeto disciplinario. Sobre esta subjetividad maltrecha y postraumática vendrá a injertarse una nueva red sensorial y emocional facilitada por la economía de consumo y la cultura del ocio y el entretenimiento. La mutación farmacopornográfica comienza en el salón de cada casa.

Pronto, en medio de una guerra que cada vez parecía menos fría, el interior de la casa de Hugh Hefner atraerá una atención mediática sin precedentes. Exteriormente, nadie hubiera distinguido la Mansión Playboy entre otras casas señoriales del Gold Coast de Chicago de no ser porque la revista Playboy había abierto sus puertas a la mirada americana. Tras el frontispicio convencional de un edificio decimonónico se escondía el mayor polvorín sexual del mundo, o al menos eso era lo que la revista Playboy aseguraba.

En diciembre de 1959, Hefner compró una mansión señorial, de ladrillo y piedra, en el 1340 de North State Parkway, en el Gold Coast de Chicago, no lejos del lago Michigan. La casa había sido construida en 1899 por el arquitecto James Gamble Rogers, conocido por haber diseñado numerosos edificios institucionales, como la Universidades de Yale o Columbia, a finales del siglo xix, imitando las construcciones góticas europeas, utilizando acero recubierto de molduras y tratando la piedra con ácido para envejecerla. Pensada primero como edificio institucional y centro cívico, la casa, que había llevado hasta entonces el nombre de George S. Isham, había sido el centro de una vida social intensa a comienzos del siglo xx. Durante la Gran Depresión fue transformada en condominio de pisos, pero la segunda planta conservó su estructura para uso público, con su gran chimenea de mármol, salón de baile y cocina de hotel. Hefner decidió reformar sus casi 1.800 m2 y presentar la antigua casa en las páginas de la revista Playboy convertida no ya en un ático sino en un auténtico castillo urbano de soltero.

Los costes de las obras (3 millones de dólares) superaron con creces el precio de compra de la casa. Resulta interesante que, a diferencia de lo previsto en el diseño de Donald Jay para la primera casa Playboy, Hefner decidiera no tocar la fachada, que permaneció idéntica a la original. Los dispositivos de visibilización del interior previstos por Hefner era más sutiles y sofisticados que la fachada moderna de cristal transparente que los diseños de Mies van der Rohe habían popularizado en América. La revista, la televisión y el cine se convertirían en auténticas ventanas multimedia a través de las que acceder a la privacidad de la Mansión. Una vez más, Playboy ponía de manifiesto que lo específicamente moderno no era tanto la estética del cristal y el cemento como el despliegue de lo privado a través de los medios de comunicación.



______________________________________________________________________


Devenir Perra





______________________________________________________________________








EN EL REVERSO EXACTO, TODOS SOMOS TRANSTEXTUALES







Por ÓSCAR DAVID LÓPEZ / AGOSTO 13, 2007





Soy vertical
Pero preferiría ser horizontal
SYLVIA PLATH



Si el deseo, como afirma Lacan, pertenece al reino de lo simbólico donde el sujeto aprende el lenguaje a partir de una falta o una ausencia, entonces quien nombra, quien habla, quien escribe, quien le da vuelta al texto o lo rompe o lo escupe o lo defeca es alguien que está deseando pero ¿qué?, ¿cuál es el objeto del deseo? El reverso exacto del texto, segundo libro de poemas de Margarita-Sayak Valencia Triana, nos nombra seis posibles piezas (mediante ese mismo número de apartados) que se embonan en la búsqueda de un deseo que, no es otro, sino el del lenguaje y su aprehensión y liberación.

La escritura, el arte, la performance, son mutaciones, son comuniones, en este caso, del cuerpo psíquico del artista. El discurso poético debe ser un efecto trasgresor para el idioma de las calles, de la historia, del testimonio. Valencia Triana lo sabe, y por eso, apuesta por un libro donde el lenguaje a su vez apuesta por sí mismo. Muy cercana al poema Hermandad de Octavio Paz, la voz poética nos dice:

Mientras escribo
Alguien también,
me escribe escribiendo.


En este primer apartado llamado El lenguaje es una bala, la ausencia es un reclamo al tiempo, una presencia que todo lo opaca, que flota y sobrevive al deceso. Para la poeta, el lenguaje es un arma con la cual se juega a la ruleta del querer-decir donde se busca nombrar aquello que se tiene pero que se echa en falta,aquí puede ser Tokio o el Texto, para fines geográficos el goce está en la boca, el lo que se dice:

Esta ciudad es de cielos apocalípticos.
Esta ciudad recuerda a los atardeceres frente al Nilo.
Esta ciudad no tiene nombre o éste se ignora.

La voz en off dice: Esto es Tokio.
La voz se equivoca.

Aquí no es Tokio.
Aquí no es ningún sitio.
Aquí es Aquí
Aquí es el Texto.

Aquí es.


Como decía, el goce es el leitmotiv que se discurre por las páginas en el afán de conseguir algo, tal vez un nombre, un artículo, un punto impronunciable. Sin embargo, la escritura es un deporte de alto riesgo símil de alta fiesta:

El lenguaje que corre por mis venas
es jugar a la ruleta rusa
con una pistola automática.


El encuentro con el otro, sea el mundo o sea el rival, es un profundo túnel hacia lo recóndito de una diosa de aparador, de escritorio, de jardín, creada en muchas otras representaciones, según sea el gusto y el deseo particular.

Dice Jean Baudrillard que actualmente todos somos transexuales porque hemos crecido con el deseo de recrear nuestros cuerpos con la imagen ideal representada por los paradigmas extremos del macho muy macho, de la mujer muy mujer, del maricón muy maricón, sin embargo, hemos caído en la búsqueda absurda por definirnos en sobremanera que cada uno ha dado su salto individual por alcanzar su autenticidad que al volver a tocar tierra nos hemos dado cuenta que en ese brinco hemos adoptado prótesis símiles a las de muchos otros.

En palabras de Baudrillard, lo transexual reposa en el artificio, ya sea el anatómico de cambiar de sexo o el juego de los signos indumentarios, morfológicos o gestuales característicos de los travestis. En palabras de Sayak:

Este es el regreso a la identidad.
El regreso con los brazos abiertos hacia mí misma.
El milimétrico surco,
La carne excavada,
El goce de volver a ser lo atroz que el tiempo creó.


En esa búsqueda por la identidad y por diferenciarnos del otro, la voz poética nos afirma que hemos conseguido el otro lado, lo trans, del propio deseo: no ser diferentes sino ambiguos e indiferentes. Curiosamente aquí parece no aplicarse esa máxima de que el deseo al cumplirse se pierde porque en los transexuales, al igual que en algunos versos de Valencia Triana, esa forma es la protección del discurso, de la melodía, del ponerse unos tacones y una barba y salir al escenario con micrófono en mano para cumplir un deseo interminable con el reverso del lenguaje.

Ser uno mismo, dice Baudrillard, se ha vuelto una performancedonde el look es una forma superada de la moda. O como dice La agrado en Todo sobre mi madrede Pedro Almodóvar: una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma. O como Sayak nos dice:

Soy la de púas-en-la-voz
La no-doy
La tampoco-fío
La no-pido-permiso
La reflexiva-y-sin-reveses
La que va-a-donde-sea
La que No-Se-Calla
La Yo-Misma.


La androginia, el travestismo, la transexualidad, han logrado vencer las prohibiciones eternas del deseo, del placer, de las formas que nos delimitaban una frontera que advertía que después del cruce no habría regreso. Los textos de Sayak son fronteras abiertas para su exploración. Por ejemplo, ¿ustedes creen que para tratar con esta libertad a Lacan, yo soy psicoanalista? Pies no, pero me acosté con uno, con una, con uno, con una. ¿Cuántos fueron? Ahora las prohibiciones nos indican sus goces, como lo he dicho, el gozo es el leitmotiv del canto:

Me gustan los hombres
Con caras de muñequitas de porcelana
Con cuerpos tan delgados como alfileres
Con ojos espléndidos, brillantes, hundidos y ungidos.
Me gustan los hombres que parecen mujeres
Y las mujeres altas, mujeres-mujeres.


En esos versos encontramos la espina dorsal de la poética de Valencia Triana. El amor es una solicitud, no de empleo, sino de carencia. El amor, dice Lacan, es dar lo que no se tiene a alguien que no lo necesita. Sin embargo, la poeta escribe cartas, declaraciones, se sienta a esperar, hasta que el abismo y entonces nos cuenta:

Solicito:
Mujer Cerebral.
Abstenerse aquellas
con tendencia cervical, servicial.


Estos versos casi escritos como un silogismo sólo se pueden traducir por medio de una exploración con lupa al texto poético, a su fondo, a lo connotado. Si somos capaces de trasvasarnos en la poesía de Valencia Triana, podremos correr en su misma versificación, esa donde el yo poético es un ente transtexual.

Aquel que camina de un lado a otro,
es el hombre más valiente del mundo,
se atreve a desplegarse y perderse.


Y se preguntan ¿por qué un ente transtextual? El discurso poético de Sayak cruza los géneros, los literarios y de cualquier otro tipo, ataca en el blanco de la poesía hueca, melosa, fácil y aparentemente libre pero que sólo oculta sus propios atenuantes y deseos. Sayak profetiza:

Ser una mujer border es muy fácil,
A menos que te pase a ti.


Entonces, el texto que era ajeno, ahora ha cruzado porque somos nosotros los puestos en duda, no importa que la poeta se refiera a una “mujer”, todos podemos ser el sujeto, estos textos son transexuales, trantextuales. El reverso exacto del texto es una indagatoria poética, concisa, de pulsión honesta, donde nos enfrentamos con poemas simbólicamente barrocos que están llenos de un erotismo cuyo look oculta una determinación genérica capaz de dominar el imaginario del epistema del yo que se basa en cruzar las líneas de lo sexual y de lo textual, logrando con ello poemas que irradian vitalidad.

Una vez realizada la lectura de El reverso exacto del texto (una lectura quizá infinita, abierta en posibilidades de retomar y rearticular estos versos), la liberación de los poemas ofrecerá “una sensación en la mente del lector” que lo pondrá en busca de su “texto”, de su identidad poética y textual, mismas cada vez más alejadas del mito en el cual la poesía es una barrera y nunca una catapulta:

Pienso en poemas que disparan.
Pienso en pistolas.


El regalo más grande para nosotros que somos los lectores de este libro es una amalgama formada por la multiplicidad de registros, la voz clara y sin embargo indefinida, la imagen del goce endémico y la certeza de que Valencia Triana está de nuestro lado, enfrente, encima, al otro lado, a través de nosotros, sitiada en la posición del deseo, que como deseosa ocupa ese mismo lugar donde la alteridad busca su traslado, su translucidez, su transgénero, y sin embargo, descubrimos que El reverso exacto del texto es un placer entre varios, único, el inter de y hacia lo Otro:

Cuando le clavé el cuchillo en la mano le dije:
¿Verdad que se siente como humo entrando en los ojos?



El libro se puede encontrar en la librería CONARTE, ubicada en el Museo Metropolitano de Monterrey.

Feedback:


oscadavidlo@hotmail.com
Bitácora personal:
oscardavidlopez.blogspot.com 


Bitácora personal de la autora:
http://sayak.blogspot.com/ 
Editorial Centurea Nigra Ediciones:
centaureanigra.blogspot.com


Margarita-Sayak Valencia Triana, El reverso exacto del texto, Centurea Negra Ediciones, 2007




_______________________________________________________________________









Judith Butler para principiantes




Judith Butler es la autora de uno de los libros más influyentes del pensamiento contemporáneo, El género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad , donde ya en los años noventa ponía en jaque la idea de que el sexo es algo natural mientras el género se construye socialmente. Sus trabajos filosóficos, complejos y muy difíciles de divulgar sin desvirtuar, han contribuido a construir lo que hoy se conoce como Teoría Queer y tuvieron un papel fundacional en el desarrollo del movimiento queer. Esta breve guía se detiene en puntos clave de su pensamiento.
[Fuente: Página 12 ]

1
Butler y su giro copernicano

Ese giro se produce en torno del género y marcó la evolución de las concepciones que se venían teniendo al respecto dentro del feminismo. Cuando en 1990 publica El género en disputa, las ideas se dividían a grandes rasgos entre las que entendían al género como la interpretación cultural del sexo y aquellas que insistían en la inevitabilidad de la diferencia sexual. Ambas presuponían que el “sexo”, entendido como un elemento tributario de una anatomía que no era cuestionada, era algo “natural”, que no dependía de las configuraciones sociohistóricas.
Butler plantea que el “sexo” entendido como la base material o natural del género, como un concepto sociológico o cultural, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. En otras palabras, que la idea del “sexo” como algo natural se ha configurado dentro de la lógica del binarismo del género.

2
Judith en el principio de los movimientos queer

Este planteamiento, a partir del cual el sexo y el género son radicalmente desencializados, desestabilizó la categoría de “mujer” o “mujeres”, y obligó a la perspectiva feminista a reconcebir sus supuestos, y entender que “las mujeres”, más que un sujeto colectivo dado por hecho, era un significante político. Al mismo tiempo, esta aguda desencialización del género, la idea de que las normas de género funcionan como un dispositivo productor de subjetividad, sirvió de fundamento teórico y dio argumentos y herramientas a una serie de colectivos, catalogados como minorías sexuales, que también, junto a las mujeres, eran (y continúan siendo) excluidos, segregados, discriminados por esta normativa binaria del género. En este sentido, el giro copernicano de Butler ayudó mucho al impulso y la expansión de los movimientos queer, y también trans e intersex.

3
Y el sexo…, ¿dónde está?

La impronta de Michel Foucault, y en particular su trabajo en la Historia de la sexualidad, es evidente. Ahora bien, si en el caso de Foucault el dispositivo de la sexualidad no tiene en cuenta el género, para Butler es esencial. A partir de Butler el género ya no va a ser la expresión de un ser interior o la interpretación de un sexo que estaba ahí, antes del género. Como dice la autora, la estabilidad del género, que es la que vuelve inteligibles a los sujetos en el marco de la heteronormatividad, depende de una alineación entre sexo, género y sexualidad, una alineación ideal que en realidad es cuestionada de forma constante y falla permanentemente.
Es importante insistir en que Butler no quiere decir que el sexo no exista, sino que la idea de un “sexo natural” organizado en base a dos posiciones opuestas y complementarias es un dispositivo mediante el cual el género se ha estabilizado dentro de la matriz heterosexual que caracteriza a nuestras sociedades. Puesto en otros términos, no se trata de que el cuerpo no sea material, no se trata de negar la materia del cuerpo en pos de un constructivismo radical, simplemente se trata de insistir en que no hay acceso directo a esta materialidad del cuerpo si no es a través de un imaginario social: no se puede acceder a la “verdad” o a la “materia” del cuerpo sino a través de los discursos, las prácticas y normas.

4
El género como performance

Antes que una performance, el género sería performativo. Esta diferencia entre pensar al género como una performance y pensar en la dimensión preformativa del género no es trivial. Decir que el género es una performance no es del todo incorrecto, si por ello entendemos que el género es, en efecto, una actuación, un hacer, y no un atributo con el que contarían los sujetos aun antes de su “estar actuando”. Sin embargo, en la medida en que este performar o actuar el género no consiste en una actuación aislada, “un acto” que podamos separar y distinguir en su singular ocurrencia, la idea de performance puede resultar equívoca. Hablar de performatividad del género implica que el género es una actuación reiterada y obligatoria en función de unas normas sociales que nos exceden. La actuación que podamos encarnar con respecto al género estará signada siempre por un sistema de recompensas y castigos. La performatividad del género no es un hecho aislado de su contexto social, es una práctica social, una reiteración continuada y constante en la que la normativa de género se negocia. En la performatividad del género, el sujeto no es el dueño de su género, y no realiza simplemente la “performance” que más le satisface, sino que se ve obligado a “actuar” el género en función de una normativa genérica que promueve y legitima o sanciona y excluye. En esta tensión, la actuación del género que una deviene es el efecto de una negociación con esta normativa.

5
Poderes y políticas

Hablar de género es hablar de relaciones de poder. Hay que tener muy en cuenta que en esta negociación, el no encarnar el género de forma normativa o ideal supone arriesgar la propia posibilidad de ser aceptable para el otro, y no sólo esto, sino también, incluso, supone arriesgar la posibilidad de ser legible como sujeto pleno, o la posibilidad de ser real a los ojos de los otros, y aun más, supone en muchos casos arriesgar la propia vida. En este sentido, la oportunidad política a la que abren los señalamientos de Butler se debe a que si el género no existe por fuera de esta actuación, y las normas del género tampoco son algo distinto que la propia reiteración y actuación de esas mismas normas, esto quiere decir que ellas están siempre sujetas a la resignificación y a la renegociación, abiertas a la transformación social. Estas normas que son encarnadas por los sujetos pueden reproducirse de tal modo que la normas hegemónicas del género queden intactas. Pero también estas normas viven amenazadas por el hecho de que su repetición implique un tipo de actuación que pervierta, debilite o ponga en cuestión esas mismas normas, subvirtiéndolas y transformándolas. Esta inestabilidad constitutiva de las normas es una oportunidad política.

6
La aparición de la homosexualidad

En paralelo con otras autoras que también han revisado el hecho de que las ideas que conlleva el género han sido tributarias de la matriz heterosexual –como por ejemplo Monique Wittig, Adrienne Rich o Gayle Rubin– los planteamientos de Butler apuntan a señalar que los ideales de masculinidad y feminidad han sido configurados como presuntamente heterosexuales. Si desde el esquema freudiano, por ejemplo, se parte de la idea normativa de que la identificación (con un género) se opone y excluye la orientación del deseo (se deseará el género con el cual no nos identificamos) –identificarse como mujer implicaría que el deseo debería orientarse hacia la posición masculina, y viceversa–, Butler planteará que esto no es necesariamente así. (Este es el prejuicio que permite entender el hecho de que históricamente se haya pensado en la idea de que un hombre que desea a otros hombres tenderá a ser necesariamente afeminado, y lo mismo en el caso de las mujeres, que si desean lo femenino, esto deberá asociarse con la identificación con lo masculino)

7
La ley del deseo

Desde el punto de vista de Butler, deseo e identificación no tienen por qué ser mutuamente excluyentes. Y aún más, ni siquiera, ni tampoco, éstos tendrían por qué ser necesariamente unívocos. No hay ninguna razón esencial que justifique que una debe identificarse unívoca e inequívocamente con un género completa y totalmente. Asimismo, tampoco habría ninguna necesidad en que una deba orientar su deseo hacia un género u otro. Tal es el caso por ejemplo de la bisexualidad.
En tanto ideales a los que ningún sujeto puede acceder de forma absoluta, masculinidad y feminidad pueden ser –y de hecho son– distribuidos, encarnados, combinados y resignificados de formas contradictorias y complejas en cada sujeto. Y no hay encarnaciones o actuaciones de la feminidad o de la masculinidad que sean más auténticas que otras, ni más “verdaderas” que otras. Lo que habría, en todo caso, son formas de negociación de estos ideales más sedimentados, y por ende naturalizados o legitimados que otros, lo que consecuentemente los vuelve “más respetables” de acuerdo con un imaginario social que continúa siendo primordialmente heterocéntrico.
——————————
Leticia Sabsay
Socióloga (UBA) Doctora por la Universidad de Valencia. Sus temas de investigación abordan la articulación de los conceptos de género, subjetividad y ciudadanía en la teoría feminista contemporánea. Participò con Judith Butler en el dictado del Seminario de doctorado “Performatividad, género y teoría social: la revisión de la categoría de sujeto”, que tuvo lugar en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.



_____________________________________________________________________


“Ciencia, Tecnología y Feminismo Socialista Finales del S.XX” (§)
::: Donna Haraway





El sueño irónico de un lenguaje común para las mujeres en el circuito integrado.

Las páginas que siguen son un esfuerzo blasfematorio destinado a construir un irónico mito político fiel al feminismo, al socialismo y al materialismo. La blasfemia requiere que una se tome las cosas muy en serio y, para mí, es el mejor referente que puedo adoptar desde las seculares tradiciones religiosas y evangélicas de la política norteamericana -incluido el feminismo socialista-. Por eso, este trabajo es mucho más auténtico que si surgiese como mito e identificación. La blasfemia nos protege de la mayoría moral interna y, al mismo tiempo, insiste en la necesidad comunitaria. La blasfemia no es apostasía. La ironía se ocupa de las contradicciones que, incluso dialécticamente, no dan lugar a totalidades mayores, y que surgen de la tensión inherente a mantener juntas cosas incompatibles, consideradas necesarias y verdaderas. La ironía trata del humor y de la seriedad. Es también una estrategia retórica y un método político para el que yo pido más respeto dentro del feminismo socialista. En el centro de mi irónica fe, mi blasfemia es la imagen del cyborg.

Un cyborg es un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción.

La realidad social son nuestras relaciones sociales vividas, nuestra construcción política más importante, un mundo cambiante de ficción. Los movimientos internacionales feministas han construido la ‘experiencia de las mujeres’ y, asimismo, han destapado o descubierto este objeto colectivo crucial. Tal experiencia es una ficción y un hecho político de gran importancia. La liberación se basa en la construcción de la conciencia, de la comprensión imaginativa de la opresión y, también, de lo posible. El cyborg es materia de ficción y experiencia viva que cambia lo que importa como experiencia de las mujeres a finales de este siglo.
Se trata de una lucha a muerte, pero las fronteras entre ciencia ficción y realidad social son una ilusión óptica.

La ciencia ficción contemporánea está llena de cyborgs -criaturas que son simultáneamente animal y máquina, que viven en mundos ambiguamente naturales y artificiales.

La medicina moderna está asimismo llena de cyborgs, de acoplamientos entre organismo y máquina, cada uno de ellos concebido como un objeto codificado, en una intimidad y con un poder que no existían en la historia de la sexualidad. El ’sexo’ del cyborg restaura algo del hermoso barroquismo reproductor de los heléchos e invertebrados (magníficos profilácticos orgánicos contra la heterosexualidad). Su reproducción orgánica no precisa acoplamiento. La producción moderna parece un sueño laboral de colonización de cyborgs que presta visos idílicos a la pesadilla del taylorismo. La guerra moderna es una orgía del cyborg codificada mediante las siglas C3! -el comando de control de comunicaciones del servicio de inteligencia-, un asunto de 84 billones de dólares dentro del presupuesto norteamericano de 1984. Estoy argumentando en favor del cyborg como una ficción que abarca nuestra realidad social y corporal y como un recurso imaginativo sugerente de acoplamientos muy fructíferos. La biopolítica de Michel Foucault es una flaccida premonición de la política del cyborg, un campo muy abierto.

A finales del siglo XX -nuestra era, un tiempo mítico-, todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo; en unas palabras, somos cyborgs. Éste es nuestra ontología, nos otorga nuestra política. Es una imagen condensada de imaginación y realidad material, centros ambos que, unidos, estructuran cualquier posibilidad de transformación histórica. Según las tradiciones de la ciencia y de la política ‘occidentales’ -tradiciones de un capitalismo racista y dominado por lo masculino, de progreso, de apropiación de la naturaleza como un recurso para las producciones de la cultura, de reproducción de uno mismo a partir de las reflexiones del otro-, la relación entre máquina y organismo ha sido de guerra fronteriza. En tal conflicto estaban en litigio los territorios de la producción, de la reproducción y de la imaginación. El presente trabajo es un canto al placer en la confusión de las fronteras y a la responsabilidad en su construcción. Es también un esfuerzo para contribuir a la cultura y a la teoría feminista socialista de una manera postmoderna, no naturalista, y dentro de la tradición utópica de imaginar un mundo sin géneros, sin génesis y, quizás, sin fin. La encamación del cyborg - situada fuera de la historia de la salvación- no existe en un calendario edípico que tratara de poner término a las terribles divisiones genéricas en una utopía simbiótica oral o en un apocalipsis post edípico. En Lacklein, un manuscrito inédito sobre Jacques Lacan, Melanie Klein y la cultura nuclear, Zoé Sofoulis dice que los monstruos más terribles y, quizás, más prometedores en mundos de cyborgs se encuentran encarnados en narrativas no edípicas con una lógica distinta de la represión, que necesitamos entender para poder sobrevivir.

El cyborg es una criatura en un mundo post genérico. No tiene relaciones con la bisexualidad, ni con la simbiosis preedípica, ni con el trabajo no alienado u otras seducciones propias de la totalidad orgánica, mediante una apropiación final de todos los poderes de las partes en favor de una unidad mayor. En un sentido, no existe una historia del origen del cyborg según la concepción occidental, lo cual resulta ser una ironía ‘final‘, puesto que es también el terrible telos apocalíptico de las cada vez mayores dominaciones, por parte de occidente, del individuo abstracto. Es, para terminar, un ser no atado a ninguna dependencia, un hombre en el espacio. Según el sentido humanístico occidental, una historia que trate del origen depende del mito de la unidad original, de la plenitud, bienaventuranza y terror, representados por la madre fálica de la que todos los humanos deben separarse.

Las tareas del desarrollo individual y de la historia son los poderosos mitos gemelos inscritos para nosotros con fuerza inusitada en el psicoanálisis y en el marxismo. Hilary Klein ha argüido que tanto el uno como el otro, a través de sus conceptos del trabajo, de la individuación y de la formación genérica, dependen del argumento de la unidad original, a partir de la cual debe producirse la diferenciación, para, desde ahí, enzarzarse en un drama cada vez mayor de dominación de la mujer y de la naturaleza. El cyborg elude el paso de la unidad original, de identificación con la naturaleza en el sentido occidental. Se trata de una promesa ilegítima que puede conducir a la subversión de su teleología en forma de guerra de las galaxias.

El cyborg se sitúa decididamente del lado de la parcialidad, de la ironía, de la intimidad y de la perversidad. Es opositivo, utópico y en ninguna manera inocente. Al no estar estructurado por la polaridad de lo público y lo privado, define una polis tecnológica basada parcialmente en una revolución de las relaciones sociales en el oikos, la célula familiar. La naturaleza y la cultura son remodeladas y la primera ya no puede ser un recurso dispuesto a ser apropiado e incorporado por la segunda. La relación para formar torios con partes, incluidas las relacionadas con la polaridad y con la dominación jerárquica, son primordiales en el mundo del cyborg. A la inversa de Frankenstein, el cyborg no espera que su padre lo salve con un arreglo del jardín (del Edén), es decir, mediante la fabricación de una pareja heterosexual, mediante su acabado en una totalidad, en una ciudad y en un cosmos. El cyborg no sueña con una comunidad que siga el modelo de la familia orgánica aunque sin proyecto edípico. El cyborg no reconocería el Jardín del Edén, no está hecho de barro y no puede soñar con volver a convertirse en polvo. Quizás sea por eso por lo que yo quisiera ver si el cyborg es capaz de subvertir el apocalipsis de volver al polvo nuclear impulsado por la compulsión maniaca de nombrar al Enemigo. Los cyborgs no son irreverentes, no recuerdan el cosmos, desconfían del holismo, pero necesitan conectar: parecen tener un sentido natural de la asociación en frentes para la acción política, aunque sin partidos de vanguardia. Su problema principal, por supuesto, es que son los hijos ilegítimos del militarismo y del capitalismo patriarcal, por no mencionar el socialismo de estado. Pero los bastardos son a menudo infieles a sus orígenes. Sus padres, después de todo, no son esenciales.





Para seguir leyendo:  http://manifiestocyborg.blogspot.com/